jueves, 22 de diciembre de 2016
El mensaje
—¡Profesor, venga a ver esto! —gritó el joven, excitado por el hallazgo.
—¿De que se trata, muchacho? —Respondió el hombre, de unos sesenta años.
—Es una tabla con inscripciones.
El profesor tomó el objeto y lo contempló durante varios minutos, sorprendido por la magnitud del descubrimiento.
—Avisa a la Tierra; que envíen al paleógrafo más capacitado.
El aprendiz corrió a la nave para cumplir el mandado.
Por aquellos días, la humanidad estaba invirtiendo la mayoría de sus recursos en la exploración espacial; el principal motivo era encontrar un planeta habitable para abandonar la casi extinta Tierra, hogar del hombre desde que se tiene conocimiento. Por otro lado, una pequeña rama de arqueólogos espaciales investigaba unas ruinas encontradas en Marte durante la última década. Además de un par de artefactos tecnológicos que seguían en estudio, las ruinas constituían un enigma para el hombre moderno.
Rubén Campusano, doctor en paleografía, fue citado ese día a la sede de la C.I.E.E. (comisión internacional de exploración espacial).
—Señor Campusano —comenzó diciendo el interlocutor.
—Doctor Campusano —interrumpió el hombre.
—Mis disculpas, doctor Campusano. Ha sido citado aquí para un viaje de carácter urgente a la división de arqueología en Marte. Tiene una hora para preparar su equipaje.
—Espero que este encargo valga la molestia —sentenció el doctor.
El cohete despegó con puntualidad a la hora señalada. Tardó un mes en completar el trayecto. En la base se encontraban el profesor con su ayudante.
—Bienvenido, doctor Campusano. Esperábamos ansiosos su llegada —dijo el hombre, estirando el brazo para saludar al doctor.
—Sí, sí. Gracias —respondió Rubén, sin corresponder el saludo del profesor—. ¿Dónde está el objeto? Espero que este trabajo me valga un cupo garantizado cuando encontremos el nuevo planeta.
—Le aseguro que así será, doctor —dijo el profesor, con humildad—. Este es el primer hallazgo de un sistema de escritura ancestral encontrado fuera de nuestro planeta.
—Que interesante —comentó con displicencia.
Los dos hombres condujeron a Rubén por las instalaciones, en una suerte de tour por el lugar. Finalmente llegaron al estudio donde trabajaría. El doctor observó la tabla durante unos minutos, luego la dejó encima de un escritorio.
—Este sistema de escritura es similar al de civilizaciones antiguas de la Tierra— dijo, sin mayor sorpresa en la voz—. Una semana será suficiente para resolverlo. No quiero que nadie me moleste durante ese tiempo.
—Así será —dijo el profesor.
Durante los siguientes días el profesor y su ayudante platicaron sobre la arrogancia del hombre.
—Imagínese hombres así colonizando el nuevo mundo —dijo entre risas el joven.
—Lamentablemente dependemos de hombres así para seguir adelante. La genialidad casi siempre se acompaña de caracteres difíciles.
—Si usted lo dice.
—Tengo la impresión de que la traducción de esa pieza puede contener las respuestas que necesitamos para encontrar un nuevo hogar.
La conversación se vio interrumpida por gritos en el pasillo. Los dos hombres se pararon con rapidez y acudieron al pasillo a ver qué pasaba.
—¡Estamos condenados, estamos condenados! —se oyó decir al doctor, fuera de sí.
—Cálmese doctor —dijo el profesor, sosteniéndolo de los brazos—. Díganos qué paso.
—¡Todos vamos a morir, no hay esperanza!
—¿Qué decían esas tablas? —gritó el profesor, que empezaba a inquietarse.
—¡La perdición de la humanidad! —dijo cuando logró soltarse del profesor—. ¡Déjenme salir de aquí!
El doctor comenzó a golpear la puerta de salida con frenesí. Logró abrirla y entrar al cuarto de presurización.
—¡No hay esperanza para el hombre! —se le oyó decir. Al instante salió expulsado de la cámara. Su cuerpo se perdió en la vastedad espacio.
Los dos hombres, desconcertados, corrieron al cuarto donde había estado trabajando el doctor. Los pedazos de lo que antes fue una sola tablilla, estaban esparcidos por el suelo. Encima del escritorio, una hoja escrita a mano alzada. El mensaje estaba descifrado:
“MAÑANA PARTIMOS AL TERCER PLANETA DEL SISTEMA SOLAR. ESPERO SEPAMOS CUIDAR EL ÚLTIMO PLANETA HABITABLE DEL UNIVERSO”.
El silencio inundó el lugar.
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